jueves, 24 de enero de 2019

El autoengaño

¿Qué es el autoengaño? Es cuando una persona se miente a sí misma.

Puede tomar múltiples formas, desde cosas que nos escondemos a nosotros mismos, mentiras chiquitas que nos decimos, hasta realidades que modificamos sutilmente hasta el punto en el que vemos lo que queremos ver.

Abarca desde el “un capítulo más” cuando vemos una serie de Netflix pasando por el “esta es la última vez que le hablo” hasta el “me ama pero no sabe cómo demostrarlo”.


Como verán, se puede sintetizar bajo “mentiras”. Todas son mentiras, simples mentiras que nos decimos todos los días y, peor aún, que nos creemos todos los días.

Le tengo miedo al autoengaño.

Pánico.


Huyo de él.

El problema es que es un engaño tan sutil, tan propio, que me lleva a huir “por las dudas”.

Tengo tanto miedo a autoengañarme, a inventarme a mí misma algo que no es verdad que salgo corriendo de antemano para llevarme la delantera, para evitar mentirme.


¿Cuántas veces, con la excusa de no engañarme a mí misma, simplemente estoy huyendo?

No se puede obligar a alguien a que te quiera.

Es así de simple. O te quiere o no te quiere.

Es algo que tengo muy claro, y jamás intento forzar a alguien que me quiera, pero hay veces que en mi intento por no forzar el amor del otro, termino rechazando el amor que me está dando.

En mi miedo de estar mintiéndome a mí misma, termino no creyendo lo que los demás dicen o hacen.


En el fondo, no me considero material digno del amor, de la atención de otra persona, entonces cada vez que percibo algo similar, me digo que me estoy mintiendo a mí misma, que estoy viendo lo que quiero ver, y, ante el riesgo de autoengañarme, simplemente me voy, porque odio mentir, pero más que nada odio mentirme.

Pero, ¿No estoy mintiéndome si nunca me puedo admitir lo que veo? ¿Si pienso que lo que veo, es siempre otra cosa? ¿Si un abrazo para mí nunca es sincero? ¿Si un beso siempre es vacío?

Qué fina qué es la línea entre cuidarme a mí misma, ser naturalmente desconfiada, y convertirme en una paranoica.

Creo que tengo un poquito de las últimas tres. ¿En qué medida? No sabría decirlo.

Cuidarme a mí misma es una necesidad. No es que nunca me cuidaron: en algunos momentos lo hicieron, pero en otros no. Hubo veces que no me cuidaron de sí mismos, que no me cuidaron de los fantasmas del pasado que los atormentaban y que, por ende, de rebote, me atormentaban a mí. Entonces aprendí a cuidarme sola, después también aprendí que en realidad no estaba sola, que estaba con Dios, y en otro momento, aprendí que también estaba con Maria, pero el reflejo de que estoy sola, de que me tengo que cuidar a mí misma, me quedó como una mancha difícil de lavar.

Eso me lleva a ser naturalmente desconfiada. La frase “problemas de confianza” es un eufemismo para mí: desde sutilezas como ir con la mano encima del bolsillo en el que guardo el celular por la calle, hasta cosas más grandes, como el hecho que no haya una sola persona en el mundo que me conozca totalmente. Supongo que esto último es un poco así para todos, pero creo que lo mío es a gran escala, si juntara a todas las personas que saben algo de mí en una sola habitación, y todas ellas aportaran el conocimiento sobre mí persona para “construirme” estaría incompleta, porque las únicas personas que sabemos todo de mí somos Dios y yo. Se acabó la lista. Y de a momentos, a mí me pueden tachar.


Y creo que acá ya se empezó a asomar un poco el costado paranoico. Es difícil dilucidar entre este lado y mi desconfianza natural, pero creo que hay bastante paranoia si tengo un miedo constante a que me roben, por ejemplo. Parezco bastante compleja, pero soy sumamente simple: una vez me robaron, ahora todos los días tengo miedo a que me roben; una vez mi mamá pisó a una paloma con el auto, ahora me sobresalto cada vez que una paloma vuela frente al parabrisas; una vez me traicionaron, ahora no confío del todo en nadie.

Y mientras escribo esto, me doy cuenta lo triste que es mi forma de vivir. Quizá no sea tan especial, quizá es la forma de vivir de todos, pero me parece más triste en mí misma, porque la experimento todos los días.

Y en medio de mi tristeza, surge un ápice de valentía: quizá pueda cambiar esto, quizá pueda animarme más, quizá, parte de no mentirme, es dejarme querer, es ponerme de cara a las situaciones y no huir constantemente de ellas, es no dejar que el miedo de la cara, mientras yo me escondo detrás de él.

Y quizá, sólo quizá, vos puedas hacer lo mismo, porque gran parte de vivir es ser valientes, es poner la cara cuando tenemos miedo, es enfrentarlo y no dejar que nos domine, y es confiar que Dios va a estar a nuestro lado sin importar las consecuencias, y que, si Él está ahí, nosotros podemos hacer lo que sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario