Las personas somos como piezas de un rompecabezas.
Cuando armo un rompecabezas, hay veces que me paso un montón de tiempo buscando la contraparte de una pieza que parece no encajar en ningún lado, que parece no tener compañera, o un lugar en donde cuadre bien.
Y justo cuando pienso que la perdí, que nunca voy a encontrar esa pieza que encaje perfectamente con la otra, me doy cuenta que está justo enfrente mío, que todo este tiempo estuvo ahí, pero yo estaba muy ocupada buscando alrededor de ella para verla.
Hay otras veces, que llega alguien a intervenir con el armado del rompecabezas, y se da cuenta antes que yo que esas piezas encajan perfectamente.
Y algunas veces, tomo dos piezas que no encajan, y las presiono, rompiéndolas y deformándolas, hasta hacerlas encajar.
Las personas somos como piezas de rompecabezas.
¿Cuántas veces hay dos personas que encajan perfectamente, tienen todo para juntas, y simplemente no lo están? ¿Cuántos de ellos buscarán en otro lado lo que tenían en frente? ¿Cuántos somos los que los vemos, vemos que encastran y los queremos unir, pero es imposible si ellos no lo ven? ¿Y cuántas veces nos deformaremos, nos romperemos, para encajar con alguien, o en algún lugar, en el que simplemente no encajamos?
Las personas somos como piezas de rompecabezas. Íntegras e individuales en nuestra soledad, completas, sin que nos falte un pedazo, pero capaces de formar un hermoso dibujo si nos juntamos. Lamentablemente, hay muchas veces que el rompecabezas termina incompleto, porque no supimos ver las piezas que teníamos enfrente.
Quizá, la pieza que estemos buscando, este justo enfrente nuestro, y no la estamos viendo.
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